sábado, 28 de noviembre de 2015

La Celestina





  

 Uno de los aspectos que más me han llamado la atención respecto a la obra, es la ambigüedad que existe entre las conductas y las intenciones verídicas de los personajes, tanto de los protagonistas como de los personajes secundarios.

  Esto lo vemos en primer plano en Calisto, quien es descrito como un joven apuesto de noble linaje, de intenciones bondadosas y sinceras, enamorado locamente de Melibea, a la cual honra y respeta desmesuradamente. Sin embargo, todo esto es puesto en duda al final del escrito, cuando el afecto que jura Calisto parece ser meramente con un propósito físico. En el momento que va a visitar a la joven noble, y tras intentar despojar a la doncella de sus ropas y las objeciones de ella ante sus actos, alega: "Señora, el que quiere comer el ave, quita primero las plumas". Y después añade, "No hay otra colación para mí, sino tener tu cuerpo y belleza en mi poder". Dejando entrever su verdadero propósito.
 
   Un ejemplo evidente de esta contraposición de objetivos y comportamientos, es Sempronio. El criado de Calisto asegura ayudarle con su mal de amores, pero realmente solo busca sacarle provecho a su señor, recurriendo a la vieja alcahueta. También lo es Pármeno, quien a pesar de jurar lealtad a su señor y tratar de prevenirle sobre la mala fama de Celestina, finalmente sucumbe ante la tentación de las riquezas  y los favores de Areúsa que le promete la hechicera.
 
   Por otro lado, la primera percepción sobre la Celestina es la de una anciana decrépita y cuestionablemente cuerda, una vieja rastrera que subsiste a base de fraudes. Pero a medida que avanza la trama, podemos apreciar la profundidad de este personaje y hasta admirarla en ciertos aspectos. La Celestina constituye una figura enrevesada que tiene gran influencia en la obra, quién manipula y desencadena gran parte de las acciones que se producen en esta.
 
   La dualidad de un mundo desencantado, lleno de mentiras y engaños, en el cual incluso los personajes más nobles que representan el "bien", esconden sus propias pretensiones de dudosa modestia. Lo que se puede percibir incluso en las apariciones secundarias. Tal es el caso de Areúsa, quien a pesar de mostrarse afable y complaciente con Sosia, el mozo de espuelas de Calisto,  lo único que pretende es saber la hora y el trayecto que hará el joven para ir a visitar a Melibea y así, consumar su venganza por la muerte de Celestina. Centurio, un amigo cercano de Areúsa, también presenta estas características, al jurar su valentía y fidelidad a la joven, pero tras su ida, busca la manera de librarse de la venganza encomendada, encargándosela a Traso.
 
   Para concluir, quiero destacar la gran maestría de los autores al desarrollar psicológicamente y de forma tan bien lograda las personalidades y caracteres de los personajes, sin buscar mostrar una realidad idílica, sino lo decadente de las relaciones sociales que se establecen entre los personajes y sus intereses puramente materiales.
  

domingo, 15 de noviembre de 2015

Una pérdida inminente




 
Terminó. No percibía sus manos, estas estaban congeladas, mientras que sus piernas habían entumecido.  ¿Cómo debía sentirse? Acababa de leer la historia de toda una vida escrita con letra temblorosa en unas hojas con tinta diluida, una vida de la cual él había sido el centro. Una existencia que giraba solo en torno a su figura, cada acción, cada elección, todo construido a su alrededor.

Divagó en sus recuerdos, perdiéndose en ellos. Deambulando entre rostros y rostros de mujeres de diversos físicos, mujeres con las que había pasado algún instante placentero de su vida, mujeres sin facciones concretas y sin un nombre que las defina. Trató de recordar algo, algún detalle, algún aroma, la mirada, una sonrisa...Cualquier cosa que le permitiera perfilar la imagen de la desconocida que nunca fue nada, pero que, sin embargo, podría haber sido un todo.
 
La fría corriente de aire atravesó la habitación, a causa de una ventana abierta. Y eso fue lo que hizo que el escritor reaccionara,  se agacho para recoger todas las hojas despilfarradas por la estancia, su visión se desplazó vagamente sobre el escritorio y un jarrón vacío. Nada importante que mereciese su atención.

"Pero, ¿quién… quién te enviará ahora las rosas blancas por tu cumpleaños? Ay, el jarrón estará vacío. Ese pequeño halo de mi vida que te llega una vez al año, eso también se irá."



Se estremeció, ¿hasta qué punto había llegado su desinterés e insensibilidad? No había sido consciente de ello: toda su vida se comportó amablemente,  trató de evitar dañar a cualquiera, era correcto en cierta medida. ¿Por qué ahora sentía como si algo se le hubiera escapado? Algo que estaba tan cerca, pero que no era capaz de ver. Una pérdida inminente. En cuestión de minutos, su vida le parecía meramente  superficial y hueca.  Nada poseía valor.

Las posteriores semanas, sus actos fueron turbios y sin concretar,  iba y venía sin un destino fijo, se podría decir que estaba extraviado. Había visitado aquella casa de enfrente, imaginándose a una joven adolescente observándole por la mirilla, ahora veía aquellas simples y aburridas escaleras de una manera totalmente diferente. La ilusión de  una joven de unos veinte años subiéndolas a su costado le fascinaba, una muchacha inexperta como cualquier otra, los sentimientos de la cual distaban mucho de ser exclusivo interés. 

 Más tarde, se decidió a visitar también el Teatro de Ópera, aún sin siquiera recordar de que palcos concretamente se trataba. Finalmente, y quizá la decisión que más esfuerzo supuso, fue asistir a ese establecimiento de nombre Tabarín. No pasó mucho tiempo adentro, tras lo que rehízo el camino de vuelta a su apartamento. Subió las escaleras temblorosamente, sin ese paso firme y ligero que le caracterizaba,  tal vez porque el recorrido estaba por terminar y aún no conseguía reconstruir el perfil de esa extraña.




Los años pasaron, el escritor envejecía, pero una vez al año un ramo de rosas blancas que él mismo compraba, rellenaban el hueco de ese jarrón de cristal azul, sin dejar caer en el olvido la sombra de una desconocida que nunca pudo reconocer.